miércoles, 22 de mayo de 2013

El cristal del escaparate: la imagen como mecanismo de venta del producto teatral


“Feliz el que tiene todos los días a Fillide delante de los ojos y no termina nunca de ver las cosas que contiene”, exclamas, con la pesadumbre de tener que dejar la ciudad después de haberla sólo rozado con la mirada.(…) Millones de ojos se alzan hasta ventanas puentes alcaparras y es como si recorrieran una página en blanco. Muchas son las ciudades como Fílides que se sustraen a las miradas, salvo si las atrapas por sorpresa.
Italo Calvino en Las ciudades invisibles

Las calles de Nueva Córdoba se encuentran llenas de escaparates. Vestidos, pantalones y accesorios. Cincuenta por ciento de descuento, rebajas, nueva temporada. Maniquís de distintos modelos y tamaños. “Princessa en la city”, “Fan look”.  Durante los fines de semana, a partir de las once de la noche, las tiendas cierran sus puertas y apagan sus luces. Las calles dejan de ser pasajes comerciales para convertirse en pasarelas. Mujeres y hombres deambulan en sus mejores ropas y se dirigen a sus destinos para vivir la fiesta nocturna. En la semana, por la tarde, el Parque Sarmiento y diversos gimnasios se encuentran en pleno movimiento, la tendencia se convierte en modelos deportivos y dispositivos de música para acompañar el ejercicio.
Cada barrio de la ciudad de Córdoba, Argentina, mantiene una relación distinta con el peatón, pero es en Nueva Córdoba, la zona con mayor número de estudiantes, donde es más evidente el juego de miradas. El transeúnte es al mismo tiempo espectador, comprador y vendedor de imagen. Las calles se convierten en centros de exhibición.

En esta ciudad de oferta y demanda visual fueron producidos y representados los espectáculos teatrales Nuestro vademecum del grupo Los delincuentes y Basada en hechos reales de Gastón Palermo. Y aunque la población de Nueva Córdoba no representa al público de teatro de las salas independientes (en este caso Documenta/Escénica, ubicada en el Centro y La cochera, establecida en Güemes) sí incide dentro de la experiencia del hecho escénico que el espectador pertenezca a una cultura social en la que entabla una relación de compra y venta con la imagen, presente en mayor o menor grado, en casi todas las esferas de la vía pública.
Al hablar de imagen, no solo me refiero a los estímulos que se perciben a través de la mirada, si no a una construcción social, simbólica, que se le añade a algún elemento y que le da el poder de ser o no ser mirado.
¿El teatro resulta atractvico para ser mirado por el transeúnte?, ¿qué es lo que lleva al espectador a escoger ir a uno u otro espectáculo?, ¿cuál es la imagen que vende cada uno de las producciones y cómo esto modifica la relación del espectador con el producto final?

 Nuestro Vademecum del grupo Los delincuentes, dirigida por Paco Giménez, narra la historia del grupo al cumplimiento de sus veintisiete años de trayectoria haciendo un recorrido por el teatro de la post dictadura de Argentina. El grupo de actores Giovanni Quiroga, Galia Kohan, Bati Diebel y Estrella Rohrstock, realizan una serie de acciones que develan el mecanismo de creación de un espectáculo haciendo uso de elementos autobiográficos.
En el caso de esta producción la publicidad en medios impresos y electrónicos es prácticamente nula, por lo que podemos deducir que el espectador que asiste cuenta con un conocimiento previo del grupo Los delincuentes y sus actividades o es público frecuente de la sala La cochera. Esta condición filtra de manera natural al tipo de espectador que asiste, siendo en su mayoría gente que trabaja o se relaciona con el medio teatral. Tener información del grupo y la reputación de sus integrantes a nivel individual, genera una serie de expectativas al momento de enfrentarse con el espectáculo.
El título Nuestro vademecum funciona como presentación de la obra al ser lo que se transmite de boca en boca al momento de recomendarla. La palabra “vademecum”, es extraña y despierta curiosidad, mientras que la palabra “nuestro” puede jugar un papel tanto de exclusión “nosotros los que no somos ustedes” como de inclusión “todos nosotros”. Es labor del espectador elegir el lugar desde el cual se posiciona antes de que el acontecimiento escénico ocurra.
El atractivo de Nuestro vademecum a nivel de imagen surge de una construcción histórica dentro del medio teatral cordobés. Los delincuentes exhiben trayectoria y experiencia. Se valen de una imagen construida a lo largo de sus veintiseite años de trabajo en colectivo que los liberan de realizar una labor de difusión mayor.

            Un ejemplo contrario al caso de Nuestro vademecum es la obra Basada en hechos reales, escrita y actuada por Gastón Palermo y dirigida por Miguel Israilevich. El espectáculo es un unipersonal, con un alto contenido de participación e inclusión de los espectadores, en el que Palermo hace un estudio alrededor de la figura y el quehacer del actor como objeto de exhibición. Al mismo tiempo plantea un constante juego con conceptos aparentemente opuestos: ficción y realidad, teatro y cine, el chiste y la verdad.
A diferencia de Los delincuentes, Gastón Palermo, al ser jóven y recién egresado de la carrera de Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba, se encuentra en el proceso de construcción de su imagen como creador teatral. Esta situación personal enriquece el discurso de la obra y apoya la generación de interrogantes alrededor del actor y su imagen.  
La obra Basada en hechos reales maneja el tema de “la exhibición”, no solo durante el desarrollo discursivo de la obra, si no que lo extiende a la esfera de lo social al ampliar la experiencia al mundo de lo virtual. Palermo hace uso de elementos teconológicos para publicitar el espectáculo y generar un vínculo con los espectadores previo y posterior a la obra.
El proyecto cuenta con un blog y una página de Facebook en la que son publicadas fotografías que se generan antes y durante el espectáculo. Esta estrategia obtiene dos beneficios: mantiene un vínculo con el espectador que ya vio la obra y al mismo tiempo captura a una nueva audiencia.  
La clave fundamental de la creación de imagen de la obra es el slogan publicitario “El protagonista sos vos”, presente tanto en la publicidad impresa como en la virtual generando en el espectador la fantasía y expectatica de su participación dentro del espectáculo. Tras asisitir a la presentación, cuyo eje gira en torno a la figura de Gastón Palermo, la frase toma un sentido distinto. Uno se da cuenta de la ironía y de su efectividad publicitaria.
Así como en el caso de Los delincuentes la ausencia de publicidad genera un filtro natural hacia el espectador de teatro, las herramientas tecnológicas utlizadas en este espesctáulo filtran a un público familiarizado con ellas.
La imagen construida por Palermo se relaciona con lo comercial y el mundo de la imagen como producto. El exhibicionista busca ser mirado y emplea estrategias para conseguirlo.

Como conclusión, la experiencia del público inicia antes de que se lleve a cabo la representación. Ocurren eventos y se reciben estímulos que preparan y modifican la mirada: la publicidad impresa, la información previa que se tiene de los creadores del espectáculo y la opinión de otros espectadores que han asisitido previamente a la representación. Estos elementos generan una imagen del espectáculo con la que el público ingresa a la sala. A pesar de que esta idea puede ser modificada tras el resultado de la puesta en escena, es interesante ver cómo se puede utilizar y dialogar con la imagen, utilizandola como estrategia de publicidad y de construcción de discursos.
Si en Nuestro vademecum se exhibe experiencia, en Basada en hechos reales Gastón Palermo exhibe la imagen del actor y la del espectáculo en su totalidad como un producto, jugando y dialogando con los lenguajes del mercado de lo visual y lo publicitario. Se aventura a colcarse detrás del escaparate y al mismo tiempo a salir a recorrer la pasarela.
Es quizá ahí, apropiándonos de los modelos de construcción de imagen contemporáneos, que podamos encontrar la clave para atraer hacia el teatro un mayor número de espectadores que logren encontrar en el espacio escénico el mismo placer que les produce mirar y ser mirados por las calles de la ciudad de Córdoba.





Nuestro vademecum: la comedia de las magníficas ruinas


-Con este panorama tan desolador de la profesión, vos ¿por qué sos actor?
-Porque no creo que esta sea la única manera de vivir este trabajo… Y, además, porque soy bajito; si midiera diez centímetros más, quién sabe a qué me habría dedicado.
Entrevista a Ricardo Bartís en Cancha con Niebla

A lo largo de los años he escuchado distintas historias sobre el por qué una persona decide dedicarse a la actuación. Algunos inician sus relatos desde la infancia, tomando como punto de partida improvisaciones familiares o algún taller infantil de la escuela primaria, y otros los inician explicando la manera en la que su futuro como doctores o biólogos se vio violentamente interrumpido por el deseo de hacer teatro. También hay quienes responden con un silencio, una mirada, quienes en medio de risas confiesan preguntárselo ellos mismos constantemente y quienes tienen lista una frase ingeniosa que define su profesión y la relación que mantienen con ella.
            Más allá de la respuesta que cada actor tenga o no, alrededor de su figura siempre se construye la duda, el por qué. En medio de un mundo como el nuestro en el que somos bombardeados con representaciones de la belleza ligadas a la publicidad y el mercado, todo parece invitar a ocultarse. Escondemos el paso del tiempo (tiñendo canas, arruguas, usando ropa actual), el exceso o falta de grasa en lugares específicos, nuestras imperfecciones e incluso nuestros ideales y sentimientos. Todo está encausado a crear modelo únicos para encasillar a la población. ¿Por qué alguien decidiría, en un tiempo como éste, colcarse frente a una audiencia? El actor se expone, se coloca en la luz, busca las miradas. 
Ricardo Bartís, en la cita colocada como epígrafe al inicio de este texto, contesta a la pregunta justificándose a través de una cualidad física: es bajito. Y lo que llama la atención de su respuesta es que nos habla de una condición que es vista, en el parámetro occidental de belleza, como un defecto. ¿Por qué ser bajo de estatura llevaría a alguien a querer ser mirado por todos? Hans-Thies Lehman en “De imágenes corporales post-dramáticas” podría contestar a la pregunta con el siguiente extracto:

“(…) en el teatro, el cuerpo tiene un valor intrínseco. Como tal, es capaz de adquirir una particular y marcada presencia e intensidad y alcanzar su propio potencial de conciencia y elocuencia.”

El escenario se convierte en el espacio en el que el cuerpo puede re adquirir significados, recobrar su valor. El sitio en el que “ser bajito” se interpreta más allá de la lectura del defecto: “La actuación promueve de manera permanente una reflexión sobre el acontecimiento artificial de la existencia.”[1]

El grupo teatral Los delincuentes festeja sus veintisiete años con un espectáculo en el teatro La cochera. En Nuestro vademécum, Giovanni Quiroga, Galia Kohan, Bati Diebel y Estrella Rohrstock, dirigidos por Paco Giménez, relizan un recorrido a través de distintos momentos del proceso de creación de un espectáculo, transitando por textos de autores de la post dictadura argentina y por momentos de su propia historia.
            Al ser un recorrido a lo largo de veintisiete años de trayectoria es claro que la construcción del espectáculo partió de una selección y creación colectiva. Por la manera en la que los cuatro actores ejecutan las acciones se intuye que hay una puesta en común en los aspectos generales de cada escena, pero que no existe una partitura precisa que los delimite.
Si se intenta ubicar el espectáculo en un espacio, este sería el mismo teatro La cochera como sitio de ensayo y experimentación. Y es con esta premisa que los actores se desenvuelven en escena. Se presentan como ellos mismos utilizando sus nombres, y sin embargo, es posible dilucidar personajes dentro de la obra. La relación entre Giovanni, Galia, Bati y Estrella funciona al potencializar sus respectivas personalidades. La armonía se construye gracias a la gran cantidad de tonos y lenguajes actorales que manejan.  No llevan su ropa de calle, si no que portan sombreros y trajes especiales, de un alto contenido simbólico, que parecen haber salido de la bodega de vestuario de cualquier teatro. Los objetos que portan se ven envejecidos, no por un uso cotidiano, si no por pasar de obra en obra, de texto en texto.
Así, los cuerpos que vemos en escena no pertenecen al cotidiano, son cuerpos que al igual que sus ropas y objetos han pasado mucho tiempo en escena y se ven cargados de su historia. No buscan ocultar nada. Al contrario. Sus cuerpos se convierten en un elemento más de la puesta que apoya el discurrir del paso del tiempo. En ese contexto, las arrugas, el mayor o el menor peso, fortalece al resto de los elemento del espectáulo y apoya lo dicho con la palabra. Los delincuentes se personifican de Los delincuentes, actúan de sus propios personajes creados a lo largo de veintisiete años de trabajo en el escenario.

Si volviéramos a la pregunta inicial de la elección del oficio, podríamos encontrar en los momentos de cada uno de los personajes/actores su respectiva respuesta, y la que resultaría más cercana a la de Ricardo Bartís, en el sentido del “defecto corporal” como dador de sentido para el actor, sería la de Estrella Rohrstock, quien hace de la vejez y el cuerpo el tema de su discurso dentro del espectáculo.

Estrella, desde su primera entrada, aclara que busca destacar por encima del resto de sus compañeros de escena: un vestido blanco, el pelo recogido con elegancia, plumas, zapatos de tacón. Su cuerpo seductor y desbordante de energía ejecuta movimientos elegantes para acompañar sus textos.
Dentro del personaje colectivo parece jugar un papel de ruptura constante del resto de los acontecimientos que se van desarrollando. Es ella la que se equivoca, la que olvida el texto, la que interrumpe, la que lleva el atuendo más llamativo, la que opta por la exhibición, la que elige ser intempestiva en lugar de mantener la calma.  El resto de los actores, principalmente Galia Kohan y Bati Diebel, la controlan consantemente e incluso la miran y tratan mostrando cansancio y desdén. Estrella es “la niña” del personaje colectivo, la que parece no querer soltar lo que alguna vez fue.
El trabajo con el cuerpo y la manera en la que dialoga con los elementos (vestuario y objetos) y el espacio se opone a su edad y a lo que uno como espectador espera: es energética, sube, baja, se sienta y arrastra en el piso, pelea, enseña. Hay un llamado de atención constante en todo lo que hace. Quiere ser vista, incluso cuando eso implica interrumpir y atravesarse sobre las escenas y textos del resto de los actores.
Realiza cambios de vestuario constantes. Utiliza ropa entallada, juvenil, vestidos cortos que buscan más mostrar que ocultar. La escala cromática inicia en el blanco y después se instala en colores vivos, naranjas, rosas. Y el elemento que termina siendo protagonista de su vestimenta es su larga cabellera rubia que peina y despeina a lo largo de todo el espectáculo.
Las manos dibujan, da pasos que la trasladan de un lugar a otro y su gestualidad facial pasa de la risa al asombro, haciendo un uso excesivo de la mirada.
Su voz es grave, apoyando a la sensualidad del cuerpo, un tanto rasposa y siempre utilizada en volúmen fuerte. La sonidos irrumpen con libertad, en forma de palabra o en forma de sonidos (como es posible apreciar en la escena final de la obra en la que rompe en gritos mientras manotea y patalea sobre la mesa).

Estrella aparece en escena para seducir, ser contemplada y apropiarse de nuestra mirada. Se expone frente al espectador mostrando su cuerpo tal cual es, con una gran naturalidad y una fuerte carga de sensualidad. A pesar de que en ningun momento se muestra completamente desnuda, todo su vestuario enseña, insinúa, o lleva la atención hacia las zonas más sugerentes y las curvas de su cuerpo. Incluso utiliza un postizo para remarcar la zona del vello púbico. 
Rohrstock no parece preocupada por su edad ni la apariencia de su cuerpo. Juega a tener veinte años y así produce un juego entre imagen e imaginación. Memoria y realidad. La relación entre juventud y vejez se plantea de una manera muy clara en uno de sus monólogos, en el que narra el encuentro con una mujer joven cuya imagen queda pegada en su solapa y la busca para devolvérsela.
Por otro lado, el ver a una persona de su edad en una indumentaria juvenil no consigue enmascarar al cuerpo, si no que al contrario, lo expone. Se convierte en un recordatorio constante de que ese cuerpo ya no es joven. Al mismo tiempo también nos recuerda que alguna vez lo fue y nos lleva a intentar reconstruir a una Estrella de veinte años.  Frente a todo esto el espectador no puede dejar de mirarla.
Elijo para definir la dinámica que la actriz establece con el espectador el siguiente fragmento de Jean Baudrillard de su libro De la seducción:

“La ley de la seducción es, ante todo, la de un intercambio ritual ininterrumpido, la de un envite donde la suerte nunca está echada, la del que seduce y la del que es seducido, en razón de que la línea divisoria que definiría la victoria de uno, la derrota del otro, es ilegible.”[2]

Establece una relación ilegible, no solo entre el seducido y el seductor, si no también entre juventud y vejez, belleza y fealdad, oponiéndose a lo esquemático del estereotipo, exponiendo lo que se dicta que debe permanecer oculto. 

En la relidad actual, en la que las fronteras son cada vez más difusas entre la ficción y la realidad del espectáculo, correponde no únicamente alimentar el arte de la realidad, si no proponer nuevas maneras de vivir y conocer la realidad a través del arte.
Para mí, el ser un acontecimiento único, incompleto hasta el momento en el que se entabla la relación cuerpo a cuerpo entre personas, hace del teatro el lugar perfecto para cuestionar los modelos de belleza actuales. De ahí que destaque la actuación de Estrella Rohrstcok en el espectáculo Nuestro vademecum, ¿qué mejor lugar para dejar ver lo que ha permanecido oculto que un espacio de encuentro de sentidos que ocurre en vivo?. El teatro es el sitio en el que es posible transformar lo que se ve y convertirlo en cualquier cosa, modificar nuestros parámetros estéticos, transformar el defecto en virtud y hacerlo gritar.
 Citando nuevamente a Ricardo Bartís:  “Actuar significa atacar el concepto de realidad, de verdad, de existencia”. [3] Ataquemos entonces las casillas, ampliemos la mirada hacia otros cuerpos posibles y transformemos un acto de censura, como lo es “el ocultar”, en un arte de la seducción.









Bibliografìa:

BARTÍS, Ricardo, Cancha con niebla. Teatro perdido: fragmentos, Ed. Atuel/Teatro, Buenos Aires, 2003. 

LEHMANN, Hans-Thies, “Of post-dramatic body images”, en Body.con.text. The yearbook of ballet international/tanz aktuell. Berlín, 1999.

BAUDRILLARD, Jean, De la seducción, Ediciones Cátedra, S.A. Madrid, 1981.





[1] Ver Bartís, Cancha con niebla. Teatro perdido: fragmentos, p. 33.
[2] Ver Baudrillard, De  la seducción.
[3] Ver Bartís, Cancha con niebla. Teatro perdido: fragmentos, p. 33.